Lectura: 2 Corintios 10:1-18

En un programa sobre la naturaleza, mostraban el resultado del estudio de comportamiento que se había realizado en un grupo de chimpancés.  Los investigadores observaron, como el liderazgo de una comunidad de Chimpancés dio un cambio drástico debido al alarde de uno de los miembros por sobre los otros.

Coquito era el nombre que le habían dado sus cuidadores, de alguna forma aprendió que podía dominar a los otros chimpancés con la ayuda de dos latas de frijoles vacías.  Este chimpancé golpeaba con fuerza las latas contra el suelo, daba piruetas, empujaba a los otros simios, al mismo tiempo que daba chillidos.  Esta bulliciosa conducta aterrorizó tanto a los otros chimpancés, que el líder anterior le cedió su lugar a Coquito.

Lastimosamente, situaciones muy similares se ven en algunas de nuestras iglesias locales.  En muchas ocasiones se confunde el activismo con la espiritualidad; una personalidad llamativa no es sinónimo de liderazgo, pero está es la razón por la cual algunas personas reciben más atención que otras quienes humildemente sirven al Señor con esmero.

El apóstol Pablo nos llama la atención para que no vivamos: “según las apariencias” (2 Corintios 10:7).  La verdadera medida de nuestra labor es verificable si está basada en la Palabra de Dios, y en el reflejo de Su gloria, no en la nuestra.

  1. Cualquier cosa que hagan, “…háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23)
  1. El Señor y tú no pueden recibir la gloria al mismo tiempo.

HG/MD

“Y todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23)