Lectura: Hebreos 11:1-16
Me contó de un viaje que realizó al lejano oriente por trabajo que le pareció interminable. “En realidad tardó 40 horas, hicimos cinco paradas y pasamos por 3 aeropuertos diferentes y controles de migración”.
“Luego de las 10 primeras horas ya estaba cansado del viaje. El asiento ya no era cómodo. El zumbido de los motores me distraía. Los aeropuertos comenzaban a parecerme iguales. Lo que me ayudó a soportar el viaje fue concentrarme en su final, llegar a casa”.
Sin embargo, ese viaje a través de nueve husos horarios no fue nada comparado con lo que significaba viajar en los años 1800’s. En aquel entonces se necesitaban varios días para viajar de una ciudad a otra, aun en el mismo país. Un viaje de América al lejano Oriente tomaba muchas semanas.”
También el viaje hacia la madurez espiritual es también largo, pero no se hace hoy más rápido que lo que se hacía en el primer siglo. No existe ninguna tecnología que pueda acortar el viaje. Es fácil impacientarse. Cuando el camino se vuelve difícil y peligroso, nos cansamos. Parece que no hubiera descanso para nuestras almas fatigadas.
Es por eso por lo que hemos de ser como Abraham, quien se centró en el destino prometido (Hebreos 11:8-10). Necesitamos mantener nuestros ojos espirituales fijos en la “patria celestial”, que nos espera (Hebreos 11:16) y en nuestro Señor que fue antes de nosotros (Hebreos 12:2). Cuando recordamos a donde nos dirigimos y que Cristo nos espera, podemos soportar cualquier cosa que encontraremos en el camino.
- Mantén la mirada fija en la meta final.
- El viaje hacia la madurez espiritual tomará toda tu vida, debes tomarlo con calma, pero a la vez con premura de entender de que debemos aprovechar cada día de mejor manera.
HG/MD
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos delante de nosotros” (Hebreos 12:1).
0 comentarios