Lectura: 1 Corintios 3:1-9

Cuando un pequeño llegó sólo a uno de los clubes de verano para niños, nadie entendía por qué todos lo llamaban: “Flash”, pero pronto lo supimos, se trataba de un pequeño lleno de energía y vivacidad, aunque un tanto disperso en su comportamiento.

Los padres de Esteban (“Flash”), no parecían tener interés en los temas espirituales. De hecho, una de las frases que constantemente repetía su padre era: “diversión ante todo”.  La mayoría no entendía por qué permitían que Flash y su hermanito asistieran a la iglesia.

Entonces, un día, Flash entregó su corazón a Jesús.  Con los años, él llegó a trabajar con jóvenes y más tarde el Señor lo llamó junto con su familia al servicio en otra ciudad lejana, el niño disperso ahora estaba muy enfocado en el servicio a Dios.

Al año, Flash y su familia regresaron de visita a su iglesia local, y al entrar recibieron la mejor sorpresa del mundo al encontrarse con sus padres quienes estaban asistiendo a la iglesia.  Al verlos Flash le preguntó a su papá: ¿Qué los hizo decidirse finalmente?, el papá contestó: “Tu testimonio, y mucho más importante, el testimonio de las personas de la iglesia, al aceptar a un niño que para otros era “difícil”, y darle tanto amor por muchos años”.  Dios había hecho su trabajo no solamente en Flash, sino también en toda su familia, usando como instrumento aquellos líderes dispuestos de esa iglesia local.

El apóstol Pablo usó una metáfora que tiene que ver con un huerto para explicar este principio: “Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento” (1 Corintios 3:6). Pablo se refería a la necesidad de unidad en la iglesia, pero esta ilustración subraya un principio espiritual más profundo. Nosotros no creamos nuevas vidas espirituales; eso lo hace Dios. Somos tan sólo agricultores sembrando semillas de esperanza y verdad, irrigando un mundo sediento, alimentando la fe en personas que buscan significado en la vida.

  1. Quizás en tu vida exista un Flash, ¿Qué estás haciendo para mostrarle el amor de Dios?
  2. ¡Ánimo! Dios siempre está trabajando, aunque no lo notes.

HG/MD

“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y ustedes son huerto de Dios, edificio de Dios” (1 Corintios 3:9).