Lectura: Efesios 4:1-3; 17-32

Todas las mañanas era lo mismo, sus viejas discusiones siempre se renovaban cada día, pero nunca como aquel día.  Se encontraban ahí, justo al frente de mi casa, los pecho amarillo y los trogones estaban peleando de nuevo, sus chillidos y picotazos estaban a la orden del día, nunca los había visto tan enojados.

Entonces, en un momento de la conmoción entre aquellas aves, lo pude ver, eran un par de alas marrones que estaban posadas en una rama cercana, aquel no era un pecho amarillo o un trogón, esa era la verdadera razón de todo aquel alboroto, ambas aves estaban enfrentando a un enemigo común, un halcón.  Sus viejas disputas ese día no tenían sentido, ahora tenían que combinar sus fuerzas para combatir a aquel enemigo formidable.

Esta escena de la naturaleza es semejante a las realidades que muchas veces vivimos como creyentes en Jesús.  Cada uno de nosotros tiene diversos intereses y puntos de vista que a menudo nos separan, pero siempre debemos recordar que tenemos a un enemigo en común: Satanás; y enfrentarnos a él, a sus artimañas y trampas, nos debe obligar a actuar más que como individuos, como equipo en contra de él y a favor de nuestra misión de llevar el evangelio.

El capítulo 4 de Efesios, nos alienta a trabajar en equipo, “…porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:25), y a no darle lugar al diablo en nuestros ministerios. No dejemos que el enemigo se entrometa y nos haga olvidar cuál es nuestra verdadera misión (Efesios 4:26-27).

  1. A Satanás le fascina vernos pelear unos con otros, en lugar que lo enfrentemos a él con Jesús a nuestro lado.
  2. Satanás divide y vence, Jesús nos une en Su cuerpo y vence.

HG/MD

“Así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5).