Lectura: Efesios 2:1-7
Durante mucho tiempo, una iglesia había estado abandonada, las arañas habían hecho sus telas por todos los rincones del edificio, las ventanas estaban cubiertas con tablas; mientras tanto, otros negocios habían prosperado durante este lapso en el que la iglesia había cerrado sus puertas, por ejemplo, las tiendas de licor y los lugares de mala fama se habían esparcido por todo el barrio. Los distribuidores de drogas habían extendido sus tentáculos por todo el pueblo. Todo se veía sombrío, olvidado y lleno de desesperanza.
Entonces, una noche las cosas cambiaron, unos misioneros se habían establecido en el pueblo y habían emprendido una operación de limpieza del edificio, pronto otras personas se les unieron y rápidamente la iglesia estaba de nuevo limpia y llena de luz.
Cuando el servicio empezó las bancas estaban repletas de personas y los autos se estacionaron a través de toda la calle donde se ubicaba la iglesia, pronto el sonido de las notas de las canciones que cantaban alabanzas al Señor se extendieron por todas partes, todo cobró vida nuevamente.
Al igual que esa vieja iglesia abandonada, hay personas que durante muchos años estuvieron vacías y la oscuridad se había apoderado de su interior, estaban llenos de ira, egoísmo y orgullo. Luego un día, todo cambió. La oscuridad desapareció, fue como si alguien encendiera las luces. Y en efecto es así, ese Alguien es Dios, quien perdona a todos aquellos que confían en Él por medio de la fe en su Hijo Jesús. Se especializa en dar nueva vida a los que parecen no tener ninguna esperanza, aquellos que están muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1); y sabes esa descripción nos incluye a todos nosotros (Romanos 3:23).
- Si tu vida está en oscuridad, tan sólo tienes una posible fuente de luz y salvación: Jesús.
- La salvación produce en nosotros un cambio interno que rompe las cadenas del pecado.
HG/MD
“Yo he venido al mundo como luz para que todo aquel que cree en mí no permanezca en las tinieblas.” (Juan 12:46).