Lectura: Mateo 20:1-16

Gustavo era abiertamente ateo y pasó más de 30 años de su vida negando la existencia de Dios.  Al llegar a sus 50 años se empezó a sentir mal, y fue al doctor quien le diagnosticó un cáncer mortal que poco a poco le fue robando su energía.

Mientras estaba en una cama de hospital, recibió la visita de muchos amigos creyentes que lo conocían y querían llevarle un poco de esperanza; le compartieron las buenas nuevas de los Evangelios, pero entre más se acercaba al día de su muerte, más parecía que no estaba interesado en Dios.

Para sorpresa de todos, un día antes de su muerte una dama voluntaria quien visitaba el hospital le habló de su necesidad de salvación, y Gustavo finalmente estuvo de acuerdo en admitir su necesidad de un Salvador.  Ese mismo día Gustavo dijo que sentía como si le hubieran quitado un enorme peso de su corazón y que sentía un gozo que no podía explicar con palabras.

Por más de 30 años Gustavo esquivó a Jesús y literalmente lo odiaba, pero pasó tan sólo un día amándolo con todo su ser.  Gracias a esto él experimentará para siempre la presencia, gloria, amor, majestad y perfección de Dios, y puede que para algunos esto no sea justo; sin embargo, la parábola de Jesús en Mateo 20 nos enseña que la aplicación de la salvación no depende ni se trata de justicia, sino de gracia (vv. 11-15).

Hay otro caso similar al de Gustavo, se trata del ladrón que estaba al lado de Jesús en sus horas finales y quien logró entender que necesitaba de Él (Lucas 23:39-43).

  1. Confía en Jesús hoy, mientras tengas vida nunca será tarde.
  2. Puede resultar muy tarde decir: “Esperaré a mañana”, cuando Dios te invita hoy.

HG/MD

“Aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia son salvos!” (Efesios 2:5).