Lectura: Romanos 8:26-30

Estaba viendo las noticias cuando dieron el reportaje de una familia que había sufrido las consecuencias de un terrible tornado clase 4.  El periodista entrevistó a la esposa quien le contó su experiencia:

“Mi esposo y mi hijo mayor se habían alejado un poco, pero el menor y yo nos refugiamos en una cabaña. Oímos un ruido semejante al de cien vagones de tren que se acercaban e, instintivamente, nos tiramos al suelo doblados como un bollo. La cabaña empezó a derrumbarse y cerré los ojos para protegerlos de los escombros que volaban. Sentí como si hubiera estado subiendo en un ascensor y, que después me disparaban hacia el cielo. Aterricé en un lago y me colgué de unos desechos para mantenerme a flote”.

No obstante, su hijo menor lamentablemente no sobrevivió. El esposo declaró en cuanto a su pérdida: “Lloramos todos los días durante varias semanas, pero estamos convencidos de que la soberanía de Dios permitió que ese tornado tocara tierra donde estábamos. Además, nos consuela saber que nuestro hijo conocía al Señor como Salvador”.

Cuando un ser querido muere y nosotros quedamos, es posible que surjan toda clase de interrogantes. En momentos así, Romanos 8:28 puede brindar muchísimo ánimo: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que lo aman; esto es, a los que son llamados conforme a su propósito”. La confianza de esta pareja en la soberanía de Dios los consoló en medio de su dolor (2 Corintios 1:3-4); esto no quiere decir que debamos suprimir el sufrimiento, ya que forma parte de nuestra estadía temporal en esta tierra, sin embargo, nos consuela saber que un día no nos acompañará más el dolor, pues estaremos en nuestra casa celestial (Apocalipsis 21:23; 1 Tesalonicenses 4:13).  

  1. Ayúdanos Señor a entender que somos temporales, que los tornados de este mundo también lo son, pero lo que sí es eterno es tu promesa de vida eterna (Juan 3:16).
  2. Aprovechemos nuestra estadía en esta tierra para disfrutar al lado de nuestros seres queridos y del servicio al Señor.

HG/MD

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoren acerca de los que duermen, para que no se entristezcan como los demás que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13).