Lectura: Salmos 145:10-21

Todos necesitamos un amigo, alguien a quien podamos recurrir, hablar, e incluso aferrarse a si fuera necesario. A veces los amigos son miembros de la familia. A veces son los compañeros de trabajo o de escuela o vecinos. Cuando usted tiene un verdadero amigo(a), sabes que eres amado, y los días parecen más brillantes.

Pero no todo el mundo tiene un amigo. Muchas personas van por la vida con la sensación de soledad e insatisfacción, al darse cuenta de que en realidad nadie se preocupa de una manera especial por ellos. Son llaneros solitarios en búsqueda de esas personas especiales para sus vidas.

Para alguien así, y de hecho para todos nosotros, permítanme sugerirles al amigo supremo: el Señor Jesús, el cual es Dios mismo, Aquel que tiene todo el conocimiento del ser humano, y quien puede satisfacer nuestras necesidades más profundas de compañerismo.

Si tenemos en cuenta todo lo que Dios hace por nosotros, es obvio que Él será nuestro mejor amigo. En el Salmo 145, leemos:

El Señor ayuda a los caídos y levanta a los que están agobiados por sus cargas.

Los ojos de todos buscan en ti la esperanza; les das su alimento según la necesidad.

Cuando abres tu mano, sacias el hambre y la sed de todo ser viviente.

El Señor es justo en todo lo que hace; está lleno de bondad.

El Señor está cerca de todos los que lo invocan, sí, de todos los que lo invocan de verdad.

Él concede los deseos de los que le temen; oye sus gritos de auxilio y los rescata.

El Señor protege a todos los que lo aman, pero destruye a los perversos.
1. Dios es el amigo supremo. Puedes confiar en Él.

2. Sólo Dios puede llenar el vacío en el corazón humano.

NPD/DB