Lectura: Salmos 78:1-8
Imagina una noche en el antiguo Israel. La jornada de trabajo se lleva a cabo, la comida ha terminado, y la familia se reúne alrededor de un pequeño fuego que hace huir al frío de la noche e ilumina suavemente su resplandor sobre sus rostros. Es la hora de los cuentos.
Padre y su abuelo se turnan en sus relatos para los niños contando “alabanzas al Señor» (Sal. 78:4). Hablan de viaje de Abraham. Hablan de Isaac. Sus voces cobran vida cuando hablan del viejo Jacob. Se acuerdan de Moisés, Josué y Elías y del gran Rey David. Cuentan la historia de su propia familia. Y todo el tiempo centran su atención en las maravillas que Dios ha hecho en favor de su pueblo.
Esa es la forma en que los hombres judíos cumplieron con su responsabilidad de decirle a la próxima generación del Señor. Estaban contando lo que les habían dicho sus padres, de lo que a su vez, les había sido contado a ellos por sus padres.
Nuestros hijos necesitan saber acerca de Dios. Tienen que aprender de nosotros acerca de Su amor, Su fidelidad y Su gracia. Necesitan escuchar de nosotros acerca de los tiempos entró en nuestras vidas para protegernos y salvarnos.
Así que reúna a sus hijos y nietos. Relaciónense con ellos, cuénteles cómo Dios ha obrado en su vida. Cumpla con su responsabilidad y cuéntele a los niños, las maravillas del Señor..
1. Tómese hoy un tiempo para decirles a sus hijos o nietos, cómo llegó a conocer a Cristo como su Salvador personal. Dígales cómo Dios ha respondido a una oración específica.
2. Un padre piadoso, es la mejor guía de un hijo de Dios.
NPD/DCE