Lectura: Juan 5:24-29

La mayoría de personas que no creen en Dios, niegan la realidad de la vida después de la muerte. Ellos dicen que en la tumba termina todo, y no sienten la necesidad de planificar para la eternidad.

Hace algún tiempo, un incrédulo quería apoyar hasta la muerte este punto, por lo que mando a incrustar estas palabras en su lápida:

Vestido elegantemente para la ocasión

¡Pero sin ningún lugar a donde ir!

¡Qué irónico! Es cierto que ponemos a las personas en sus mejores ropas en su ataúd, o puede incluso se compran nuevas ropas.  Pero el Señor Jesús dejó en claro que sin lugar a dudas luego de que morimos tenemos “un sitio donde ir” (Juan 5:25-29).

Cuando los creyentes mueren, sus cuerpos se depositan en el suelo, no obstante sus almas van a estar con el Señor (2 Cor. 5:8). Cuando Cristo regrese, sus cuerpos serán resucitados y se reunirán con sus almas, y van a “estar siempre con el Señor” en el cielo (1. Tes. 4:17).

Los no creyentes también serán resucitados un día, pero será para comparecer ante Cristo en su juicio final. Debido a que sus nombres no se encuentran en el Libro de la Vida, serán enviados a lo que la Biblia llama el «lago de fuego» (Apocalipsis 20:11-15). Allí sufrirán el «castigo eterno» (Mateo 25:46) por su falta de inacción, ante la oferta de salvación de Cristo.

¿Así que, aunque vestidos elegantemente, pero ningún lugar a donde ir? No es una buena frase, ¡Qué mal, para los que no entienden la verdad bíblica! Estamos destinados para ir al cielo o al infierno, dependiendo de que si o no, creamos en Cristo como nuestro Salvador y Señor.

1. Si no has tomado la decisión de aceptar el plan de Salvación que Dios te ofrece, no es excusa para decir que no sabes a dónde quieres ir cuando mueras, esta es una decisión con implicaciones eternas.
2. La muerte no es un callejón sin salida, sino tan sólo es un paso más de la vida.

NPD/DCE