Lectura: Salmo 143:7-12
Las historias de la Segunda Guerra Mundial siempre me han parecido muy interesantes y la siguiente no es la excepción. Una de las estrategias utilizadas por los aliados en el famoso Día D, era usar perros, los cuales, debido a su olfato tan extraordinario, podían advertir a sus compañeros humanos acerca del peligro de los campos minados, y por supuesto los guiaban por lugares seguros.
Pero, había un problema, la única manera de hacer que los soldados ubicados detrás del frente enemigo dispusieran de esos perros era lanzándolos en paracaídas, y por instinto eso les da miedo a los perros, aunque para ser sinceros, no son los únicos ya que a los humanos también nos pasa. Sin embargo, luego de algunas semanas de entrenamiento, aquellos animales aprendían a confiar en sus amos lo suficiente como para saltar cuando se los indicaban.
Una pregunta que debemos realizarnos es, ¿confiamos tanto en el Señor como para hacer cosas que instintivamente no haríamos nunca o nos dan miedo? Por naturaleza, la mayoría de nosotros no somos generosos, ni perdonamos con facilidad, ni somos pacientes con quienes nos desagradan. No obstante, a pesar de todo esto nuestro Señor nos manda a que confiemos en Él para hacer cosas potencialmente difíciles, pero que serán de beneficio para su obra, y que podamos decir: “Hazme oír por la mañana tu misericordia porque en ti confío. Hazme conocer el camino en que he de andar” (Salmo 143:8).
- Aquellos perros recibían medallas por su valentía; pero en nuestro caso, el Señor también nos recompensará por nuestra obediencia.
- Confía en Él hoy y siempre.
HG/MD
“Hazme oír por la mañana tu misericordia porque en ti confío. Hazme conocer el camino en que he de andar porque hacia ti levanto mi alma.” (Salmo 143:8)
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