Lectura: Romanos 6:15-23

Desde el exterior todas las cárceles se ven mal; sin embargo, desde el interior algunas prisiones están mejor calificadas que otras.

Hace ya algunos años, el sitio web Infobae publicó la lista de las 10 mejores cárceles del mundo.  Algunos aspectos que calificaron en la encuesta fueron: la capacidad de las celdas, el servicio de televisión, la calidad de la comida, y los derechos de visita.

Una de las cárceles más “hermosa” del planeta es el Centro de Justicia Leoben, en Austria; el edificio de cristal con acabados en acero inoxidable se encuentra habitado en su mayoría por asaltantes, tiene un gimnasio completo y una cancha de baloncesto, al igual que otras actividades como el ping-pong. Las celdas son individuales, cuentan con balcón, televisión, muebles tapizados y escritorios, e incluso algunas poseen grandes ventanales por donde penetra la luz solar.

Esta situación me hizo pensar acerca de nuestra relación con Cristo, la cual puede verse como una forma de privación de libertad a una persona “desde el exterior.” Para un no creyente, la obediencia a la fe parece un confinamiento. Pero desde el interior, la obediencia a Dios en realidad abre la puerta a un nuevo mundo de libertades.

El apóstol Pablo estaba familiarizado con el interior de una celda. También sabía que tenemos un problema con el pecado y que no es un asunto del lugar donde nos encontremos, sino del corazón.  El apóstol Pablo estaba consciente de que la esclavitud del pecado provoca un hambre cada vez mayor que deshonra a Dios.  Con la servidumbre a Dios por el contrario viene un deseo cada vez mayor de hacer el bien, de amar y de ser agradecidos por las libertades que no traen ningún remordimiento.

  1. En un tiempo fuimos prisioneros de nuestro pecado, controlados por los malos caminos; pero entonces el Salvador nos hizo libres para servirle a Él y a los demás todos nuestros días.
  2. La obediencia a Dios es la clave para la libertad.

HG/MD

“Pero gracias a Dios porque, aunque eran esclavos del pecado, han obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual se han entregado y, una vez libertados del pecado, han sido hechos siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18).