Lectura: Lucas 2:1-20
Esteban se perdió la Navidad, aunque no fue a propósito. Él trabajaba como técnico de una empresa de Telecomunicaciones en un pueblo alejado del que vivía, y debido a los roles de trabajo tuvo que trabajar la noche del 23 de diciembre; esa noche se presentó una avería tan grande que siguió trabajando prácticamente todo el 24 de diciembre, eran casi las 10 de la noche cuando terminó.
Se dirigió al hotel donde su plan era dormir unas 2 horas, y luego emprender el camino a su casa que estaba a 5 horas, para pasar con su familia desde temprano. Pero, se durmió tan profundamente que ni siquiera el teléfono pudo despertarlo. Durmió hasta el día de Navidad ya bien entrada la tarde. ¡Esteban se perdió la Navidad!
La historia de Esteban no es única. Muchas de las personas de quienes leemos en la Biblia también se perdieron la primera Navidad. Uno de ellos fue el mesonero, quien pudo haber hospedado al Rey de reyes cuando nació en este mundo, sin embargo, su mesón estaba lleno (Lucas 2:7), y el Hijo de Dios nació en un establo.
El rey Herodes también se perdió la Navidad al creer que el niño recién nacido era un rival para su trono, por lo que pensó en asesinarlo, e incluso envió a los sabios a hallar al recién nacido Rey (Mateo 2:8,13).
Los líderes religiosos de Israel también se perdieron la Navidad (Mateo 2:4-6). Contestaron la pregunta que les hicieron los sabios. Buscaron en la profecía de Miqueas y vieron que el Mesías nacería en Belén (Miqueas 5:2). Pero no hay evidencia de que a estos expertos les hubiera importado tanto como para salir a encontrarlo.
- ¿Y tú? ¿Te perderás la Navidad? Si nunca has confiado en Cristo como Salvador, la respuesta es sí pese a los muchos regalos que hagas o recibas, y por muchas que sean las fiestas a las que asistas.
- La Navidad es Cristo. Si confías en Él como Salvador, nunca más te perderás la Navidad…!
HG/MD
“Pero tú, oh Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será el gobernante de Israel, cuyo origen es antiguo desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2).