Lectura: Juan 7:25-39

De algo puedes estar seguro, no existe ninguna satisfacción terrenal que sea duradera.  Ni el dinero, la fama, el sexo, los viajes, los deportes, los títulos, ni siquiera la familia; no hay nada en este mundo que pueda completar nuestro gozo.  Cualquier satisfacción que obtengamos se desvanecerá tan rápido como la obtenemos, y rápidamente se convertirá en un recuerdo que con el tiempo de desvanecerá.

Por supuesto, no podemos catalogarlo todo como una pérdida de tiempo, existen muchos momentos felices y hasta espontáneos, que hacen que la vida sea mucho más agradable; pero, aun estos tiempos son efímeros como las burbujas de jabón y no podemos regresar en el tiempo para revivirlos y recobrar la sensación que experimentamos.

Pero entonces, ¿por qué continuamos buscando algo que nos satisfaga?  Dicho de forma muy sencilla: Porque nos encanta sentirnos contentos y satisfechos; y ya sea que nos demos cuenta o no, nuestras almas en verdad tienen sed de Dios.  Fuimos hechos por Él, nacimos por Su amor y no podemos vivir sin Él.  Dios es la verdadera felicidad que todos buscamos.  Todo aquello que buscamos se encuentra en Él.

Así que, cuando te sientas inquieto y con sed de algo más en la vida, responde a la invitación de Jesús: “…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37).

  1. Acude a Dios, bebe de Su gracia y perdón, experimentarás el verdadero gozo y amor.
  2. La felicidad depende de los momentos en tu vida, pero el gozo verdadero sólo proviene de Dios.

HG/MD

“…Jesús se puso de pie y alzó la voz diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37)