Lectura: Juan 4:1-15
Fue maravilloso cuando el hombre giró la llave y el agua empezó a fluir por la tubería hacia el vaso transparente. Las personas a su alrededor gritaron y aplaudieron celebrando que por fin podían disfrutar del agua limpia y fresca por primera vez en su comunidad. Y es que tener una fuente de agua potable cambia las vidas de las personas en todo el mundo.
Varias organizaciones misioneras trabajan arduamente para suplir las necesidades de la gente con la provisión de agua en comunidades que lo necesitan. Y no sólo se centran en brindar el líquido vital, sino que también les hablan a las personas del agua de vida eterna que encontramos tan sólo en Jesús.
Hace más de 2.000 años, un sencillo carpintero de nombre Jesús se detuvo junto a un pozo en Samaria y habló con una mujer que había ido a ese lugar a buscar agua para saciar su sed física, pero ese día cambió para siempre la vida aquella mujer, pues encontró algo mejor que agua de aquel pozo, encontró el agua de vida que sació su sed espiritual.
Por supuesto, nuestra civilización ha avanzado y como sociedad ahora somos más desarrollados, no obstante, la vida sigue dependiendo de la misma simple verdad: sin agua potable, morimos. Pero, aún más importante que esa realidad es una simple pero poderosa verdad, sin Jesús, la fuente de agua viva, estamos muertos en nuestros pecados.
- El agua es esencial para la vida; sin embargo, aún más esencial es el agua de vida que nos ofrece Jesús.
- ¿Y tú ya has probado el agua viva que provee Jesús, el Salvador? Hoy puede ser un buen día para probarla.
HG/MD
“Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14).
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