Mártires de la Fe

Revolucionarios espirituales

Cristinos.  Roma – 64 d.C. – 313 d.C.

Los creyentes primitivos eran revolucionarios espirituales.  En una sociedad que adoraba ídolos y llamaba «ateos» a quienes se negaban a hacerlo, los romanos eran una fuerza radical que amenazaban la continuidad de Roma.  Iban en contra del gobierno mayoritario así que llegaron a perseguirlos como una amenaza a la autoridad romana.  Los odiaban tanto que sus muertes no solo eran numerosas, sino que las llevaban a cabo con un estilo horrendo.

Los creyentes eran revolucionarios que proclamaban el último juicio y futura transformación del mundo a través del regreso de Cristo para que muchos se salvaran.  Promovían a Jesucristo como una autoridad superior que el emperador romano.  Por lo tanto, los emperadores romanos enviaron decretos que manifestaban que cualquiera que profesara ser cristiano se sentenciaba a morir sin entablar un proceso legal.  A estos rebeldes que se atrevían a desafiar la autoridad del emperador no se le proporcionaban derechos legales.  El imperialismo romano patrocinó diez períodos de persecución extrema, cada uno peor que el anterior.

Los revolucionarios llegaron a conocerse por el nombre de mártir.  Lo adoptaron esos testigos que llevaron sus testimonios ante jueces y emperadores con la determinación de soldados bien disciplinados.  Los llamaron mártires o confesores, incluso si no murieron bajo escrutinio.  Sencillamente, no cambiarían su forma de pensar.  El martirio significa ser un testigo de su fe en Cristo, a pesar de las severas circunstancias.  Todo testigo por Cristo es un revolucionario de hoy día.

Los mártires en la historia eran como nosotros somos hoy día, soldados en una guerra espiritual.  La batalla comenzó cuando Jesús despachó los poderes de maldad muriendo en la cruz.  En su muerte, desarmó al infierno y sus demonios.  Los mártires continúan su batalla, sin embargo; no peleando con armas físicas, sino con armas espirituales.  Su confesión es el arma elegida.  Marchan al territorio enemigo como los países restringidos y proclaman sin temor la victoria de Cristo sobre satanás.  Su valiosa posesión no es la vida sino su testimonio.  Es por eso que están dispuestos a entregar la vida por mantener sus creencias. 

¿Dónde te unirás a la batalla?  ¿Estás dispuesto a blandir el arma de tu fe?

Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado y confesaste la buena confesión delante de muchos testigos.. – 1 Timoteo 6:12

Tomado de: Devoción Extrema, la Voz de los Mártires, pag.251