Lectura: 2 Corintios 5:14-21

Al observar a través de las ventanas de su casa, un vecino pudo confirmar que los marcos que las sostenían necesitaban algunas reparaciones para que volvieran a lucir como antes.

Entonces, al día siguiente se fue a la ferretería, compró algunos materiales y herramientas para efectuar las reparaciones, los lijó, aplicó el material para rellenar los agujeros en la madera y finalmente los pintó.

Luego de todo aquel trabajo, los marcos quedaron pintados y listos para soportar algunos años más, y se veían bastante bien, aunque no parecían nuevos, definitivamente sólo se verían nuevos si cambiaba la madera vieja por una nueva.

Es normal tener un marco de ventana dañado por el clima, que luego de algunas reparaciones luzca “bastante bien” a nuestros ojos. Sin embargo, cuando se trata de un corazón dañado por el pecado, no basta con tratar de repararlo. Desde la perspectiva de Dios necesitamos que todas las cosas sean hechas nuevas.

Esta es la particularidad de la salvación por la fe en Jesús quien dio su vida en la cruz, ofreciéndose como el sacrificio perfecto como pago por nuestro pecado, y tres días después resucitó de los muertos para demostrar su poder sobre el pecado y la muerte.

El resultado de esta acción tiene un impacto directo ante los ojos de Dios; poner nuestra fe en la obra de Jesús nos hace “nuevas criaturas” (2 Corintios 5:17) y reemplaza lo muerto, dándonos una “vida nueva” (Romanos 6:4).

1. Al mirarnos a través de Jesús y su obra en la cruz por nosotros, Dios nos ve nuevos y sin mancha.
2. No podemos arreglar el daño que nos hizo el pecado por nuestros propios medios, la única forma de solucionar este problema es confiar en Jesús como Salvador para que nos dé una vida nueva.

HG/MD

“De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).