Lectura: Salmo 145:8-21

Se trataba de una noche de verano como cualquier otra, era ya bastante tarde en la noche y todos estaban dormidos.  De repente, cerca de la medianoche escucharon algo afuera de su casa, eran unos pequeños golpes en la ventana del primer piso, primero pensaron que era un animal, pero luego los golpes se incrementaron, y dedujeron que alguien estaba intentando entrar a la casa.

Inmediatamente tomaron el teléfono y marcaron el número de emergencias, pero la respuesta que recibieron no fue la que esperaban, la voz detrás del teléfono sonaba muy joven y les respondió antes de que presentaran la queja: “Tendrá que volver a llamar más tarde, porque ahora estamos demasiado ocupados”.

¡Qué respuesta tan terrible! La familia había hecho lo correcto al llamar a la policía, pero, por alguna razón, la persona detrás del teléfono no le prestó atención a su pedido de ayuda. Esa clase de indiferencia decepciona.

En contraste, puedes estar seguro de que cuando acudimos a Dios en oración, la indiferencia no existe. Es probable que, a veces, parezca que el Señor no oye, pero siempre lo hace.  Él está atento y nos responderá.

La Biblia nos recuerda que podemos hallar consuelo en saber que nuestro Dios está profundamente interesado en lo que pesa con nuestro corazón: “¡Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad!” (Salmo 145:18). Cuando clamamos a Él, nunca obtenemos una respuesta desinteresada.

  1. En vez de alejarse de nosotros cuando acudimos a Él buscando ayuda, nuestro Padre celestial se nos acerca en los momentos de necesidad. Nunca está demasiado ocupado para escuchar las oraciones de sus hijos
  2. Cuando lo llamamos, Dios siempre nos oye.

HG/MD

“¡Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad!” (Salmo 145:18).