Lectura: Jeremías 17:7-13
Era la hora de cierre del centro comercial y el personal de seguridad se prestaba a cerrar el establecimiento. De repente uno de ellos oyó un ruido extraño que venía de una de las áreas de bodegas; al acercarse pudo oír a un joven que gritaba para que lo ayudaran.
Cuando fue a ver qué sucedía, descubrió que un joven estaba encerrado en el baño de empleados, pues los que utilizaban los clientes estaban muy llenos ese día, pero la puerta se había trabado debido al cierre del centro comercial, y el hombre entró en pánico. Como sentía que no podía respirar, empezó a gritar para que lo ayudaran.
En la vida, algunas veces nos sentimos atrapados, entonces empezamos a golpear la “puerta” más cercana, pero descubrimos que no podemos salir. Inevitablemente necesitamos que alguien nos ayude desde afuera, tal como le sucedió a aquel joven del centro comercial.
No obstante, para recibir ese tipo de ayuda, debemos admitir que no podemos hacer las cosas solos. En ciertas ocasiones, tratamos de mirar en nuestro interior para resolver los problemas, pero la Biblia afirma que el corazón es engañoso (Jeremías 17:9). En realidad, a menudo somos nosotros mismos quienes generamos esos problemas.
Lo bueno es que “mayor es Dios que nuestro corazón, y él conoce todas las cosas” (1 Juan 3:20); incluso conoce cuál es la mejor manera de ayudarnos. Si confiamos en Él y vivimos para agradarlo, seremos verdaderamente libres.
- No puedes solucionar tus problemas solo, debes buscar la ayuda de nuestro Señor.
- Señor, ayúdanos a confiar más en ti y menos en nuestra propia inteligencia.
HG/MD
“Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).
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