Lectura: Juan 4:7-15

A pesar de que nuestro planeta está cubierto por aproximadamente un 70% de agua, tan sólo el 1% de ella es potable. Por esta realidad es tan importante la debida conservación de este bien tan escaso, ya que dependemos de la disponibilidad del agua pura.

Cuando el Señor tomó de su tiempo para presentarle a una mujer perdida otra clase de agua, intencionalmente decidió ir a un pueblo de Samaria, un lugar donde ningún rabino respetable pondría su pie. Allí le habló a esta mujer sobre el “agua viva”, y agregó que quien bebe de ella “…nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14).

El agua viva es Jesús, y quienes lo reciben tienen vida eterna.  Pero, el agua viva que Él provee también cumple otra función, porque Él declaró que de aquellos que lo aceptan “ríos de agua viva correrán de su interior” (Juan 7:38). Asimismo, esta agua viva que nos renueva tiene que vivificar a otros.

Así como la distribución de agua potable es desigual en el mundo, con la entrega del agua viva sucede lo mismo. Muchos no conocen seguidores de Cristo a quienes realmente les importen sus vidas. Nosotros tenemos el privilegio de hablarles de Él; después de todo Cristo es el agua viva de quien todos están sedientos.

  1. ¿Qué estás esperando? Comparte con otros Quién es la fuente de agua viva.
  2. ¿Están corriendo ríos de agua viva de tu vida?  Debes examinarte a fondo.

HG/MD

“El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior” (Juan 7:38).