Lectura: 1 Samuel 24:1-10
La presión de grupo muchas veces logra que actuemos y llevemos a cabo acciones que sabemos no son las adecuadas, o incluso que omitamos hacer otras que son para nuestro beneficio.
Un ejemplo de ello es el de Karla, quien, de haber seguido las instrucciones de su profesor, hubiera obtenido una calificación muy buena; no obstante, en lugar de eso lo que recibió fue una suspensión de una semana de su secundaria. Karla era muy buena en su clase de química, y había ideado un experimento que involucraba humo de colores y una pequeña explosión, así que cuando se los comentó a sus compañeros algunos de ellos le insistieron para que les hiciera una demostración.
Entonces, a pesar de que era consciente de que había un poco de peligro accedió a la petición; sin embargo, no esperaba lo que sucedió, calculó mal las cantidades de químicos y la explosión resultó más fuerte de lo planeado, incluso lastimó los oídos de algunos de sus compañeros.
En nuestra lectura devocional también leímos de otro caso de presión de grupo. David y sus hombres estaban escondidos de Saúl en una cueva, cuando entró el rey (1 Samuel 24). Los compañeros de David le sugirieron que Dios les había entregado a Saúl en sus manos, y le instaron para que lo matara (vv. 4, 10). Creían que, de esta manera podrían dejar de esconderse y finalmente David se transformaría en rey; no obstante, David no quiso dañar a Saúl porque era “el ungido del Señor” (v. 6).
Más a menudo de lo que creemos hay personas a nuestro alrededor sugiriéndonos hacer algo que parece gratificante o práctico en el momento. Sin embargo, hay una diferencia entre la sabiduría mundana y la espiritual (1 Corintios 2:6-7). La sabiduría de lo alto “… es primeramente pura; luego es pacífica, tolerante, complaciente, llena de misericordia…” (Santiago 3:17).
- Cuando otros nos instiguen a hacer algo incorrecto, podemos pedirle a Dios que influya en nuestra respuesta.
- Te pedimos Señor que nos brindes de tu sabiduría para tomar las mejores decisiones en nuestra vida.
HG/MD
“En cambio, la sabiduría que procede de lo alto es primeramente pura; luego es pacífica, tolerante, complaciente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y no hipócrita.” (Santiago 3:17).