Lectura: 2 Timoteo 2:3-16

La afamada concertista de violín Midori Gotō le atribuye mucho de su éxito a la práctica concentrada y diligente, indicando que esto es clave para una buena ejecución.  Esta dama tenía un extenso calendario de conciertos por año, y para ello ensayaba entre 5 y 6 horas por día.

Una vez la entrevistaron y dijo las siguientes palabras con respecto a su preparación para cada concierto: “Tengo que practicar para mi trabajo y lo hago todos los días […]. En realidad, lo importante no es la cantidad de horas, sino la calidad del trabajo que hay que hacer. Veo que los alumnos ejecutan un instrumento y lo llaman ensayo, pero no escuchan ni observan con cuidado. Tener un manual abierto no significa que uno esté estudiando”.

Este principio también se aplica a nuestro andar con el Señor.  El apóstol Pablo le escribió a Timoteo lo siguiente: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).

Ser diligente demanda de nosotros un esfuerzo constante y serio que incluya todos los aspectos de nuestra relación con Dios, completamente lo opuesto a un enfoque descuidado y desatento.

  1. Tal como cualquier persona a la que consideramos profesional en lo que hace, los creyentes también debemos servir al Señor dando nuestro mejor esfuerzo y calidad, con la alegría que brinda sentirnos útiles para la obra de Dios.
  2. ¿Somos diligentes, al estudiar, orar y poner en práctica en nuestras vidas lo que aprendemos cada día de Dios?

HG/MD

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).