Lectura: Mateo 20:20-28
¿Qué se necesita para entorpecer la buena obra de una iglesia? Sólo a una persona sedienta de poder.
Uno de mis amigos universitarios, un pastor, me escribió acerca de cómo las cosas se perturbaron en su iglesia. Muchas personas habían venido a la fe en Cristo, y la membresía se había cuadriplicado. Los miembros estaban activos en el servicio a la iglesia y a la comunidad.
Pero entonces un hombre que estaba en una posición de liderazgo comenzó a envidiar la influencia del pastor. El sentía que merecía más poder, así que comenzó a tirar abajo al pastor – pensando que eso aumentaría su propia talla. No le importaba lo que le estaba haciendo a la obra de Dios; el quería poder y reconocimiento. Causo tal alboroto que mi amigo finalmente tuvo que renunciar.
Cuando se trata de servir a Cristo, no tenemos derecho a buscar poder. No tenemos llamado alguno al prestigio. No tenemos razón alguna para buscar el auto-engrandecimiento y el reconocimiento. Cuanto mejor es servir silenciosamente tras bastidores, teniendo en mente que Jesús, nuestro ejemplo, «no vino para ser servido, sino para servir» (Mateo 20:28).
¿Eres un pastor? ¿Un maestro? ¿Un diacono? ¿Un misionero? ¿Miembro de alguna iglesia?
Si buscas poder, puede que lo obtengas, pero será un poder que estorbe la buena obra del ministerio de tu iglesia.
1. ¿Qué estás harías tú, si se presentará una situación de este tipo?
2. Evalua si eres de las personas que buscar poder o de las que buscan servir? Hechos 20:34-36
NPD/JDB