Lectura: Marcos 14:32-42

No me gusta pescar, es por eso que cuando a mi grupo de amigos de la secundaria, motivados por uno de ellos, se les ocurrió que era una idea divertida ir a pescar juntos a un lago, no me sentí motivado. Él decía que se pescaban los mejores peces de toda la zona, la idea no me pareció la más atractiva, pero en ese entonces, no había mucho más que hacer, así que acepté.

Nos pusimos de acuerdo para vernos muy temprano el sábado siguiente, y salimos al lago justo al amanecer; mis amigos estaban emocionados y soñaban con azar los peces que atraparían. Cuando llegamos al lugar, había un bote de remos justo al lado de la orilla el cual era propiedad de un conocido de uno de los muchachos, así que remamos justo al centro del lago y emocionados tiramos las cañas de pescar.

Pasaron 10 minutos, 30 minutos, 1 hora, 2 horas y ningún pez había siquiera tocado la carnada, así que me acomodé entre unos salvavidas para descansar un rato mientras mis amigos seguían intentando pescar. Al cabo de un tiempo mis amigos se cansaron y decidimos regresar a la orilla para volver a casa; estábamos desilusionados con nuestro amigo, quien nos había hecho levantar muy temprano para nada.

Pedro, Jacobo y Juan también desilusionaron a Jesús, cuando no pudieron ni siquiera velar unas horas con Él, en su mayor momento de agonía.  Aunque el Señor les mostró que entendía que estuvieran cansados tras un largo día lleno de emociones, su malestar y tristeza se hicieron evidentes cuando dijo: “¿Todavía están durmiendo y descansando? Basta ya.” (Marcos 14:41).

Muchas veces por egoísmo o por falta de sentido común, herimos a nuestros seres queridos o a personas que no se merecen nuestras equivocaciones o falta de consideración.

  1. En la medida de lo posible, evitemos herir a quienes se encuentran a nuestro alrededor: familia, amigos, compañeros o desconocidos; tengamos presente siempre las palabras del apóstol Pablo: “El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante. No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal” (1 Corintios 13:4-5).
  2. La persona egoísta ama que le sirvan y recibir pleitesía de otros; mientras que la persona que vive de acuerdo con las prioridades y el carácter de Cristo, le sirve a los demás, y no le duele darse a otros.

HG/MD

“El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante. No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal” (1 Corintios 13:4-5).