Lectura: Filipenses 3:17-21
Muy a menudo tendemos a idealizar a “figuras públicas”, deportistas, artistas, políticos, líderes religiosos, entre muchos otros, y pensamos que son personas sin problemas, exitosos, honestos, y que no comenten errores.
No obstante, la realidad es que todas esas “figuras” son personas reales, con problemas reales, con enfermedades, hijos descarriados, sueños incumplidos y muchas otras clases de pérdidas. Esa lista también incluye a los buenos creyentes que conocemos, quienes simplemente son personas reales que han confiado en un Dios real que entiende nuestros problemas reales.
El apóstol Pablo fue una de esas personas reales que podemos decir, sin lugar a duda, se destaca en el Salón de la Fama de Personas Reales. Él nos compartió acerca de los problemas que debía solucionar, entre ellos: los físicos, conflictos legales, luchas con los demás, por ejemplo, gente que deseaba matarlo (2 Corintios 11:16-33); incluso también sufrió deslealtad de algunos que lo acompañaron (2 Timoteo 4:10).
Sin embargo, pese a todo ese panorama y viviendo semejante realidad tan complicada, tuvo la valentía de levantarse y sobrellevar esos inconvenientes dejándonos un ejemplo de lo que significa el costo de seguir a Jesús. En Filipenses 3:17, afirmó: “Hermanos, sean imitadores de mí y presten atención a los que así se conducen, según el ejemplo que tienen en nosotros”.
Las personas a nuestro alrededor que requieren del evangelio están buscando gente confiable que pueda guiarlos hacia el Salvador perfecto. Esto significa ni más ni menos que debemos ser reales.
- Señor, ayúdanos a ser personas reales y auténticas al guiar a otros hacia ti.
- Sé valiente, sé humilde, sé decidido, sé amoroso, sé cómo Jesús”.
HG/MD
“Hermanos, sean imitadores de mí y presten atención a los que así se conducen, según el ejemplo que tienen en nosotros” (Filipenses 3:17).
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