Lectura: Juan 8:31-38
A menudo escuchamos la frase: “¡pero todos lo hacen!”, y para muchos ese es un argumento válido, pero la gran mayoría de las veces no lo es. Muchos padres saben de lo que estoy hablando y también saben que, aunque nuestros hijos siempre quisieran oír las palabras mágicas: “Sí hazlo…”, de acuerdo con las experiencias vividas lo correcto es denegar su solicitud porque se trata de algo que podría ser peligroso o insensato.
Debido a este comportamiento, conforme vamos creciendo añadimos a nuestro repertorio de argumentos ciertas frases para conseguir lo que queremos, por ejemplo: “eso no dañará a nadie”; “sabes, no es ilegal y mis amigos lo hacen”; “mi amigo empezó primero”; “nunca nadie se va a enterar”. Todo esto se debe a que consideramos muy importante lo que queremos y entonces son lícitas todas las estratagemas para poder lograrlo.
Por supuesto, con el tiempo esta perspectiva equivocada afecta nuestras convicciones sobre Dios. Por ejemplo, creer que somos el centro del universo o pensar que sólo seremos felices si los demás satisfacen nuestros deseos. Esta mentira es convincente porque promete una manera más fácil y rápida de conseguir lo que queremos, argumentando: “Dios es amor; por eso, quiere que haga lo que me hace feliz”. Sin embargo, finalmente lo único que produce es tristeza.
Jesús dijo a quienes creían en Él que la verdad los haría realmente libres (Juan 8:31-32). Pero advirtió: “… todo aquel que practica el pecado es esclavo del pecado” (Juan 8:34).
- El gozo verdadero se encuentra en la libertad que experimentamos al aceptar que únicamente Jesús da satisfacción plena.
- Seamos obedientes a Dios y no pongamos excusas.
HG/MD
“Porque como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:19).
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