Lectura: Proverbios 6:6-11

Sin lugar a dudas, todos en algún momento, hemos sufrido la visita inesperada de pequeñas invasoras que marchan continuamente por nuestra cocina para buscar cualquier resto de comida que haya quedado en el suelo. No son exigentes, les gusta todo: trocitos de papas fritas, un grano de arroz o de azúcar, e incluso una pizca de queso.

Aunque en muchos casos las hormigas pueden resultar una molestia, el rey Salomón alabó su estricta ética laboral (Proverbios 6:6-11), exaltando su disciplina: “…no tiene jefe ni comisario ni gobernador” (v.7), son extraordinariamente productivas y diligentes: “…prepara su comida en el verano y guarda su sustento en el tiempo de la siega” (v.8).  Así que, cuando llegan los largos días del invierno, no están preocupadas porque tendrán suficiente para comer y todo ello es el resultado de obreras laboriosas que han ahorrado lo suficiente para resistir los días malos.

Debemos aprender de estas pequeñas criaturas.  El Señor muchas veces nos permite tiempos de abundancia para nos preparemos para los días difíciles.  Debemos tener presente que el Señor es quien provee todo lo que tenemos, incluso nuestra capacidad de trabajar.  Es por ello, que debemos ser diligentes y buenos administradores de lo que nos ha provisto, no cayendo por supuesto en la trampa de la codicia y en el afán por los bienes materiales. Teniendo un adecuado balance podemos disfrutar siempre de las bendiciones cuando las tenemos, y también ser diligentes en guardar un poco para los días complicados (Mateo 6:25-34).

  1. Así que, la próxima vez que veamos a una hormiga, preguntémonos si somos tan diligentes como ellas.
  2. Pidamos siempre dirección a Dios para ser buenos administradores de lo que Él nos ha encomendado.

HG/MD

“Ve a la hormiga, oh perezoso; observa sus caminos y sé sabio” (Proverbios 6:6).