Lectura: Filipenses 2:1-11

En los equipos de ciclismo profesionales, existen una clase de ciclistas especiales a los cuales se les llama “empujadores” o “peones”, su tarea principal es marcar el paso a sus compañeros de equipo, haciendo literalmente una labor de desgaste por ellos, todo para lograr que sus líderes puedan llegar a la meta antes que ellos y por supuesto que sus competidores.

Aunque estos ciclistas casi nunca tienen la suficiente energía de reserva para dar el empuje final para alcanzar la victoria en alguna de las carreras en las que participan, sus entrenadores les consideran como los miembros más valiosos de sus equipos.

En la vida cristiana las cosas funcionan de una manera muy similar. El apóstol Pablo nos desafía a tener una actitud de sacrificio en beneficio de otros: “No hagan nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimen humildemente a los demás como superiores a ustedes mismos; no considerando cada cual solamente los intereses propios sino considerando cada uno también los intereses de los demás” (Fil. 2:3-4).  Nuestro ejemplo principal lo tenemos en el Señor Jesús, quien renunció a la gloria del cielo para compartir nuestra humanidad, y llegar incluso a dar su propia vida en una fría y solitaria cruz para que pudiéramos tener vida eterna (Fil.2:5-8).

  1. Si por medio de nuestro ejemplo de servicio podemos ayudar a otros a servir, debemos sentirnos gozosos ya que hemos cumplido parte de nuestra razón de ser como creyentes.
  2. Si ayudas a otros a alcanzar la meta que es conocer a Cristo y crecer en Él, nunca serás un perdedor, pues eres parte importante del equipo de Dios.

HG/MD

“No considerando cada cual solamente los intereses propios sino considerando cada uno también los intereses de los demás” (Filipenses 2:4)