Lectura: Juan 4:7-15, 28-30
Los grupos corales comúnmente tienen un proceso de selección muy complejo, ya que los postulantes no sólo son elegidos por lo bien que cantan, sino también por cómo suenan en conjunto con los demás. La razón es que quienes son parte de un coro entienden lo esencialmente importante, que todos unidos se escuchen bien y no solamente una parte del coro o un solista; por supuesto, además deben estar comprometidos a ensayar con rigurosidad y a cumplir con las presentaciones.
También, es común que cuando alguien comete un error durante los ensayos, levante la mano en vez de tratar de esconder la equivocación, en otras palabras ¡avisa! Esto permite que el director ayude a cada integrante a aprender la parte difícil, lo cual logra que la interpretación se vaya perfeccionando con cada ensayo.
Esta es la clase de comunidad que Jesús estaba en proceso de establecer cuando le dijo a Nicodemo que Dios enviaba a su Hijo al mundo para salvarlo, no para condenarlo (Juan 3:17). Poco después, se encontró junto al pozo con una samaritana, y ella no dudó al admitir su pecado cuando el Señor le prometió que disfrutaría de una vida mejor porque Él la perdonaba (Juan 4).
- Como miembros del cuerpo de Cristo no debemos tener miedo de admitir nuestros errores, más bien debemos considerarlo como una oportunidad de experimentar y disfrutar juntos el perdón divino.
- Somos parte de la mejor de las familias, comportémonos de tal forma que honremos a nuestro Padre Celestial.
HG/MD
“Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17).
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