Lectura: 2 Timoteo 1:1-14
Un amigo me compartió que su padre antes de morir debido a una enfermedad que lo aquejaba, le escribió una carta con algunas líneas que decían más o menos lo siguiente: “Nunca pienso en ti sin elevar una pequeña oración para que te vaya bien en la vida. Te conozco, sé lo que te gusta y los objetivos que te has trazado. Mantente en el buen camino, cumple con tus deberes y que el Señor te bendiga. Estoy muy agradecido con Dios porque me permitió ser tu padre”.
En el Nuevo Testamento también encontramos dos cartas dirigidas a Timoteo, un joven a quien el apóstol Pablo había discipulado; fue su mentor y lo consideraba como un verdadero hijo en la fe (1 Timoteo 1:2) y como su “amado hijo” (2 Timoteo 1:2).
En su segunda carta Pablo inicia con palabras muy personales ratificándole su enorme cariño y oraciones por él (2 Timoteo 1:2-3), lo anima a cumplir con su llamado al servicio de Dios, viviendo con valentía su fe (vv.5-8).
Los padres pueden animar enormemente a sus hijos e hijas, escribiéndoles como este padre lo hizo con su hijo, también con un abrazo, un beso, escuchándolos en sus malos momentos o afirmándoles cuánto los aman.
- No dejes pasar un día más sin hablar con tus hijos, mañana puede ser muy tarde.
- El mayor regalo que un padre le puede dar a sus hijos e hijas es darse a sí mismo, como un ejemplo de hombre que sigue las enseñanzas de Dios.
HG/MD
“Hijos, obedezcan a sus padres en todo porque esto es agradable en el Señor. Padres, no irriten a sus hijos para que no se desanimen.” (Colosenses 3:20-21).