Lectura: 1 Corintios 15:1-8

Mi hija Ana y su familia estaban a punto de cruzar el puente Mackinac en la península superior de Michigan, cuando una violenta tormenta les golpeó. Los fuertes vientos obligaron a las autoridades a cerrar el puente colgante más largo del mundo. Cuando por fin se abrió, la gran congestión vial de camiones, automóviles y motocicletas, pudo hacer uso del puente.

Cuando Ann y su familia intentaron pagar el peaje, el encargado les dijo: “Usted no tiene que pagar. El chico en frente de usted, pagó su peaje correspondiente a su automóvil”.  Mientras miraban las luces traseras de la camioneta en frente de ellos desaparecer, ellos sabían que no tendrían oportunidad de agradecerle a aquel generoso conductor.

Esto me recordó el enorme precio que se requirió el garantizar nuestra entrada al cielo, fue un precio que nunca podríamos haber pagado.  El ejemplo del conductor que pagó el peaje de mi hija, es un buen ejemplo de esta situación, ya que alguien ya pagó previamente el precio por nuestra entrada segura al cielo.  Jesús pagó el “peaje que había por nuestras vidas”.  Él derramó Su sangre en la cruz para satisfacer las demandas de un Dios santo (1 Corintios 15: 3-4).  Cristo nos redimió con su muerte, y ahora por la fe, puedes ser liberado de la pena que recaía sobre nosotros debido al pecado, permitiéndonos  la entrada en el cielo, no por algo que nosotros hayamos hecho, sino por el pago de precio impagable que fue plenamente cubierto con el sacrificio de Cristo.

1. Si aún no eres un creyente en Jesucristo, hoy puedes aceptar el pago que hizo por ti, en la cruz. No hay otra manera de reconciliarse con Dios.

2. Nuestra salvación es gratuita o barata, debido a que Cristo pagó un precio enorme por ti y por mí.

NPD/DCE