Lectura: Salmos 145:1-21
Una familia estaba pasando por momentos muy duros económicamente, y una niña observaba como su madre oraba por ayuda para salir de esa situación difícil; sin embargo a pesar de aquellas oraciones, en ese momento la familia no logró salir de la pobreza y sufrió por muchos años en esa condición. La pequeña niña concluyó que la oración no servía.
Años más tarde la niña ahora convertida en una mujer, pudo estudiar y decidió hacerse atea, decía constantemente aun marcada por la situación económica de su niñez: “Me parece que si la oración funcionara, tendría mucho más efecto”. Esta mujer interpretó que las oraciones de su mamá eran una prueba para Dios.
La oración no es como un globo de prueba que soltamos para ver si Dios está ahí. Es una oportunidad que el Señor ha provisto para comunicarnos con Él. Usar este medio de comunicación para verificar su existencia, implica que en realidad no comprendemos quien es Él Creador y Señor de nuestras vidas.
Volvamos a leer parte del Salmo de la lectura inicial: “Cercano está el Señor a todos los que le invocan…” (Salmos 145:18a). Para las personas que están pasando por problemas esta promesa tiene más valor que cualquier ayuda física temporal. No obstante, el pasaje no termina ahí, continua diciendo: “…a todos los que le invocan de verdad. Cumplirá el deseo de los que le temen. Asimismo, oirá el clamor de ellos y los salvará” (Salmos 145:18b-19). Cuando oramos, Dios espera que le invoquemos de verdad y que le temamos también. Este temor implica reverencia no terror, estamos delante de Dios quien conoce en realidad lo que nos conviene, y nos prueba para obtener lo mejor de nosotros (1 Pedro 1:7).
Muchas veces pedimos cosas incorrectas, otras veces cosas correctas en un tiempo incorrecto, es por ello que el autor de Romanos nos recuerda lo siguiente: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8:26-27).
La existencia de Dios no se prueba cuando oramos. No debemos pedir cosas a Dios para comprobar su carácter, cuando oramos estamos mostrando que tenemos fe en Él y que estamos dispuestos a aceptar Su voluntad, lo que cual es siempre lo más difícil de hacer para los seres humanos.
- La oración nunca debe verse como una prueba, sino como un acto de adoración y reconocimiento, de que estamos delante de un Dios sabio y misericordioso, que muchas veces nos da lo que no merecemos.
- Si tan sólo oras esperando obtener cosas de Dios, demuestras que en realidad no lo conoces.
HG/MD
“Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad” (Salmos 145:18).