Lectura: Lucas 4:1-13

Uno de los robos más grandes de historia lo llevaron a cabo dos hombres que estaban por casualidad en el “lugar indicado” a la “hora indicada”.  Según los testigos, de un camión blindado cayó una caja amarilla.  Dos motociclistas que iban detrás del camión se tuvieron y agarraron el objeto, y se fueron a toda velocidad riendo a carcajadas.

El conductor del camión descubrió más tarde que no habían asegurado bien la puerta trasera, lo que permitió que se abriese y que el dinero se saliera.  La caja tenía 12.000 billetes de cien dólares cada uno, lo que asciende a ¡1.2 millones de dólares!

Una mente criminal interpretaría ese golpe de suerte como un “regalo” de Dios.  Pero en maneras más sutiles, todos nosotros nos sentimos tentados a asumir que una oportunidad inusual lleva en sí misma la “aprobación” divina.  No obstante, vemos lo errado que es pensar así cuando consideramos la experiencia de Jesús en el desierto.

Después de cuarenta días sin alimentos.  Jesús tenía hambre y estaba débil.  Lo que se vislumbraba en el futuro era la cruz.   Todo lo que tenía que hacer era hacerle caso al diablo y cambiar todo eso.  Tenía por delante una oportunidad de oro para satisfacer su cuerpo y evitar el tormento de la crucifixión.  Sin embargo, no cedió.  Mostró lo importante que es ver algunas situaciones como tentaciones que hay que resistir y no como oportunidades que hay que aprovechar.

  1. ¿Y nosotros qué?

 

  1. Satanás nos tienta para sacar lo peor de nosotros; mientras que Dios nos prueba para sacar lo mejor de nosotros.

 

NPD/MRD