Lectura: 1 Samuel 24:1-15

Un ex cazador de venados contaba la siguiente historia que lo hizo meditar sobre su afición: En una de sus expediciones de caza dice que localizó a un venado macho de unos 45 kilos luchando para salir de un lodazal en el que se había atascado.  Al verlo así, dice el hombre que no tuvo el valor de apretar el gatillo.  En lugar de dispararle, el cazador y su compañero ataron al animal con una cuerda y lo sacaron del lodo.  El venado salió disparado para ponerse en libertad.

El hombre contaba lo siguiente que meditó luego de aquel extraño encuentro en el campo: “Cuando uno ve a un venado de frente, directamente a los ojos, es diferente.  Creo que fueron sus ojos, esa mirada anhelante como si dijese: “¿Qué vas a hacer?”.

Este relato tiene una similitud interesante con el incidente registrado en 1 Samuel 24.   Saúl se encontraba en una situación indefensa cuando David y sus hombres lo encontraron en una cueva, David tenía buenas razones para matar a Saúl.  Sin embargo, fue misericordioso.  Sabía que el Señor había hecho a Saúl rey de Israel y no iba a quitarle la vida al ungido de Dios, aunque hubiese sido fácil en aquel momento (1 Sam.24:10).

Supón que alguien  te ha hecho daño en el pasado y que de repente se vuelve vulnerable.  ¿Desearías hacerle daño? ¿O serías compasivo y benevolente como David, quien reconocía que el juicio y la venganza son del Señor – (1 Samuel 24:12)? ¿Qué harías?  Recuerda que sobre nosotros había una pena de muerte debido al pecado; y para resolverla, Dios tuvo que enviar a su Hijo a morir por nosotros, en el mayor acto de misericordia de todos los tiempos.

  1. Miremos a los demás con ojos de misericordia.

 

  1. El amor siempre trata de ayudar, nunca de herir.

 

NPD/MRD