Lectura: Hebreos 4:9-16

Existen profesionales muy capacitados para ayudarnos a lidiar con casos de traumas emocionales y sufrimiento. A uno de ellos se le preguntó cuál consideraba que era la situación más traumática que pasan las personas, e inmediatamente contestó: “La adaptación a una vida diferente, luego de la pérdida de un ser querido”.

Y continuó diciendo: “Ya que lo que antes parecía normal tal vez nunca vuelva a ser así. Por eso, el reto para quienes brindan ayuda es colaborar con esas personas mientras se adaptan a la nueva normalidad”.

La gravedad de tales pérdidas nos obliga a vivir una clase de vida distinta, independientemente de lo incómoda que pueda resultar.

Cuando nos llega la “nueva normalidad”, es fácil pensar que nadie entiende lo que sentimos. Pero no es así.  Parte de la razón por la que vino Jesús fue para mostrarnos que Dios si nos comprende perfectamente ya que vivió entre nosotros. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).

Nuestro Salvador vivió una vida perfecta; sin embargo, también pudo conocer el sufrimiento de un mundo arruinado por el pecado. Él soportó tristezas y padeció agonía, y está listo para alentarnos cuando los momentos oscuros de la vida nos obliguen a experimentar una nueva normalidad.

  1. Dios comprende cómo te sientes ahora y puede ayudarte a salir adelante con su ayuda.
  2. Aunque todo parezca perdido, aún puedes confiar en Dios.

HG/MD

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).