Lectura: Juan 14:1-11

Creo que la mayoría de nosotros tenemos muchas historias sobre el pueblo donde crecimos, e incluso en ocasiones podemos llegar hasta a emocionarnos cuando recordamos con nostalgia aquellos tiempos, ya que surgen sentimientos de pertenencia.

Cuando nuestro Señor Jesús habló con sus discípulos sobre su hogar en el cielo, el cual dejó para venir a vivir entre nosotros, puedo imaginar el gozo que pudo haber tenido al decirles a aquellos seguidores: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, se los hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para ustedes. Y si voy y les preparo lugar, vendré otra vez y los tomaré conmigo para que donde yo esté ustedes también estén” (Juan 14:2-3).

Sin lugar a dudas, Jesús, “quien por el gozo que tenía delante de él sufrió la cruz” (Hebreos 12:2), anhelaba regresar a su hogar celestial y llevar consigo a sus hijos e hijas para que estuvieran allí con Él.

Tan sólo pensar en que Jesús nos llevará a la casa de su Padre celestial, nos debe llenar de una gran expectativa, que nos dé el impulso para contarles a otros acerca de la buena noticia sobre el Hijo que vino para rescatarnos de este mundo caído.

  1. Anhelamos estar en nuestro verdadero hogar Señor Jesús.
  2. Si es así, debes anhelar también que muchas más personas estén con nosotros, ¿Qué estás haciendo para eso suceda?

HG/MD

“Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).