Lectura: Efesios 5:1-4

Todas las personas somos diferentes en nuestra forma de pensar, ser, vestir y aun en nuestra forma de caminar.

Basta con ir a un parque concurrido para darse cuenta de ello, ahí podemos ver al ejecutivo con su paso apurado, a la deportista con su paso atlético, al estudiante descuidado que arrastra sus pies, a la madre con sus hijos corriendo como superheroína para rescatar a sus hijos del desastre, a las niñas juguetonas que caminan dando saltitos con sus muñecas en la mano.  Cada uno tiene su andar característico pero único.

La Biblia también nos advierte con respecto a nuestra forma de caminar: “…anden en amor, como Cristo también nos amó…” (Efesios 5:2) y nos aconseja lo siguiente: “Anden sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo” (Colosenses 4:5).

La pregunta que debemos hacernos es ¿mi andar refleja el amor y la sabiduría de Dios?  Mi forma de andar es: “pura; luego es pacífica, tolerante, complaciente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y no hipócrita” (Santiago 3:17) ¿Qué es lo que ven los demás cuando paso a su lado?

Si pasáramos más tiempo procurando hacer la voluntad de nuestro Padre Celestial, conociendo a Dios y dándolo a conocer a otros, y menos tiempo discutiendo por situaciones que en realidad no valen la pena, seríamos mucho más productivos y efectivos en nuestro andar de fe.

  1. ¿Tu vida está marcando alguna diferencia en las vidas de otros? ¿Los demás pueden ver a Jesús en lo que dices y haces?
  2. Para que tu andar sea más parecido al de Jesús, primero debes permitirle a Él que te enseñe a caminar.

HG/MD

“Y anden en amor, como Cristo también nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio en olor fragante a Dios” (Efesios 5:2).