Curiosidades

Dios es santo, eterno, todopoderoso, y completamente autosuficiente. Él no necesita de ningún ser creado, pero nosotros si necesitamos a Dios. Toda la creación depende de la vida que sólo Dios sustenta. «El hace producir el heno para las bestias», y «todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. . . . Les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo» (Salmo 104:14, 27, 29).

Por otro lado, Dios no depende de nada ni de nadie. A él no le hace falta nada, no conoce ninguna limitación, y no experimenta ninguna deficiencia. Él es «YO SOY EL QUE SOY», sin ninguna otra calificación o excepción (Éxodo 3:14). Si Dios necesitara algo para mantenerse vivo o para sentirse completo, entonces no sería Dios.

Por lo tanto, Dios no nos necesita. Pero, sorprendentemente, él nos ama apasionadamente, y en su bondad Dios quiere que vivamos con él para siempre. Así que hace dos mil años, Dios mismo se hizo carne, vino a la tierra, y dio su vida para expiar nuestros pecados y demostrar su profundo amor por nosotros. Él pagó el precio final para reconciliarnos consigo mismo, y nadie paga un precio tan alto por algo que no quiere o valora.

Ciertamente Jesús sabía lo que iba a suceder al final de su ministerio terrenal (Marcos 8:31; Juan 18:4). En su angustia en el huerto de Getsemaní, mientras oraba acerca de los enjuiciamientos que pronto iba a enfrentar, sudó gotas de sangre que caían de su frente (Lucas 22:44). Evidentemente Jesús sabía muy bien la profecía de Isaías 52:14, «de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres». El hijo del hombre fue despellejado hasta los huesos, hasta el punto de perder toda apariencia con un ser humano. Y a esa tortura le siguió la crucifixión, que fue aún algo peor, ya que fue el método de ejecución más infame y doloroso que jamás se haya concebido.

Mientras Jesús colgaba de la cruz, su padre en el cielo «se apartó» de él. Habacuc 1:13 confirma que los ojos de Dios son «demasiado puros para ver el mal». En ese momento, Jesús clamó a gran voz, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46).

Este es el precio que Dios pagó por nosotros, y esta es la forma en que sabemos que nos ama. A nosotros que somos pecadores desobedientes, Dios nos ofrece la vida eterna por causa de este amor increíble e injustificado. La salvación es un regalo que se obtiene gratuitamente con solo pedirlo, por causa del sacrificio maravilloso y voluntario del único Dios verdadero. Romanos 5:8 dice, «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros».

Una vez unidos con Cristo, nada nos puede separar de él. Romanos 8:38-39: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».

Los creyentes en Cristo son nuevas criaturas. Entendemos la profundidad de su amor por nosotros: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20).

De igual manera, usted también puede sumergirse en el amor eterno de Dios y conocer la certeza de la vida eterna. Continúe leyendo aquí para aprender lo que significa aceptar a Cristo como su salvador personal.

Fuente: GotQuestion.org/espanol