Lectura: Hebreos 10:5-10
Un hombre tenía un cachorro, y al igual que para muchos perritos, su juego favorito era atrapar un juguete de plástico; disfrutaba mucho que su amo tomara el juguete mientras trataba de arrebatárselo de las manos tironeándolo fuertemente con los dientes. Aunque todavía era pequeño en ocasiones lo aprisionaba con tanta fuerza, que el hombre podía levantarlo del suelo; así era su obsesión con el juguete.
Existe algo muy similar en nosotros los seres humanos, la Biblia lo llama: “la carne”, que continuamente trata de arrebatar nuestra atención de las cosas de Dios. Se expresa de formas muy conocidas por todos, a través de palabras y acciones que dicen a gritos: “hágase mi voluntad” mientras que otras veces muy sutilmente intenta hacer que “Dios, cambie su voluntad”.
Al estudiar la vida de Jesús en esta tierra, es muy sencillo ver que siempre quería hacer la voluntad de Su Padre. Cuando estaba a algunas horas de la agonía, clavado en una cruenta cruz en el jardín de Getsemani, nos sorprendió con las siguientes palabras: “¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa!”. Esta hubiera sido una frase esperable para un ser humano cualquiera, al estar frente al momento decisivo de su vida, pero Jesús fue diferente y completó la frase de la siguiente manera: “Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres” (Marcos 14:36).
Un viejo amigo dijo lo siguiente: “No, Señor” sencillamente es una contradicción de palabras, pues “no” implica una negación y “Señor” implica que estamos a su servicio y su voluntad, por lo cual ambas palabras no se pueden usar juntas si en realidad somos sus hijos(as). Por el contrario, cuando usamos las palabras “Si, Señor” y las decimos en serio, podemos verdaderamente llamarlo Señor.
- ¿Todavía existen algunos “No, Señor”, en tu vida? No debes ser como el cachorro del hombre de la historia, que no quería soltar su juguete. Debes ser como Cristo, desiste de tu voluntad y sométete a Dios.
- Una voluntad demasiado firme, lo único que demuestra a veces es que se esconden muchos “No Señor”, que en realidad no ayudan para nada.
HG/MD
“El hacer tu voluntad, oh Dios mío, me ha agradado; y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmos 40:8).