Lectura: Salmo 103:1-8
Una tarde mientras buscaba en mis archivos, me encontré una foto de mi juventud, en ella aparecían muchos de mis compañeros de secundaria disfrutando de un juego de mesa de la época.
Aunque la foto no tenía una muy buena calidad, me hizo retroceder en el tiempo al evocar aquellos momentos felices cuando disfrutábamos de las situaciones simples, que en ese momento resultaban muy importantes pues las realizábamos junto con buenos amigos. Me encantó recordar aquellos días, también pensé en la facilidad con que los había olvidado y me había ocupado de otras cosas. Es una realidad que en la medida que avanzamos en la vida, es fácil olvidarse de lugares, personas y acontecimientos que fueron importantes para nosotros. El tiempo pasa, los ayeres se desvanecen y nos obsesionamos con las preocupaciones del momento.
Así como olvidamos estos tiempos, también podemos olvidar lo bueno que ha sido Dios con nosotros. Quizá por eso David recordó esto al escribir: “Bendice, oh alma mía, al Señor. Bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, oh alma mía, al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:1-2).
Es un hecho que los momentos cuando es más necesario recordar, son aquellos en los cuales las dificultades de la vida nos inundan. Cuando nos sentimos abrumados y olvidados es importante recordar todo lo que el Señor ha hecho a nuestro favor. En esos recuerdos encontramos el estímulo necesario para confiar en Él, hoy y en el futuro.
- ¡Gracias Señor por todas tus bendiciones, porque a pesar de que no las merezco tu misericordia es imparable!
- ¡Gracias Señor por todos los momentos complicados en los que me mostraste siempre tu amor y cuidado!
HG/MD
“Bendice, oh alma mía, al Señor. Bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, oh alma mía, al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:1-2).