Lectura: Juan 14:15-21
La hija de mi amiga había terminado su primer día de primaria; cuando le preguntó cómo le había ido, ella le respondió: “No me gustó la escuela”. Entonces el padre quiso indagar sobre la razón de esa respuesta y ella añadió: “Es que ni tú, ni mami estaban ahí conmigo”. Ellos le respondieron: “Quizá nosotros no estemos allí físicamente, pero estamos orando por ti. Además, Jesús está siempre contigo”. La niña respondió: “¡Pero yo no lo veo!”. Mi amiga la abrazó y le dijo: “Recuerdas, que hace un año invitaste a Jesús para que viniera a tu corazón para salvarte; Él ahora vive en ti y nunca te dejará sola”.
Sin duda, los niños no son los únicos que experimentan ansiedad debido a las separaciones. En cada etapa de la vida, enfrentaremos momentos difíciles al separarnos de nuestros seres queridos; en ocasiones será por distancias geográficas, y otras un poco más complicadas como resultado de la muerte.
Aunque en algunos momentos nos sintamos abandonados por los demás, como creyentes debemos recordar que Dios siempre está con nosotros, ya que prometió enviar al Espíritu de verdad quien es nuestro abogado y ayudador, para que more con y en nosotros (Juan 14:15-18). Somos sus hijos amados.
Aquella niña estaba en el proceso de aprender a tener confianza, y si lo vemos de una forma más amplia cada uno de nosotros también lo está. Tal como aquella niña, no podemos ver al Espíritu, pero ciertamente podemos sentir su presencia todos los días al animarnos y guiarnos cuando leemos la Palabra de Dios. Demos gracias a Dios por su provisión maravillosa: el Espíritu Santo está con y en nosotros. Sin duda, ¡no estamos solos!
- Gracias Espíritu Santo por vivir en mí.
- Aprender a confiar en Dios es parte natural del proceso de conocerlo mejor.
HG/MD
“Y yo rogaré al Padre y les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre” (Juan 14:16).
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