Lectura: Juan 15:10-20

La mamá le dijo claramente que no debía jugar con fuego, pero como niño travieso y desobediente que era, decidió que eso no lo iba a detener de jugar con su lupa y una caja de fósforos o cerillas.

Cuando nadie lo estaba viendo, salió al jardín trasero para hacer realidad su experimento, se ocultó donde nadie pudiera verlo, y como el día estaba muy soleado procedió a enfocar el rayo de la lupa sobre los fósforos; por supuesto luego de un minuto los fósforos se encendieron.

En ese momento su mamá venía pasando cerca y pudo oler la pólvora, entonces el niño intentó esconder su travesura tirando los fósforos detrás de él, pero en ese lugar estaban unos papeles que rápidamente se encendieron.  Cuando su mamá vio el fuego detrás del niño, gritó: “Quítate de ahí, te vas a quemar”.

En ese momento el niño comprendió las palabras de su mamá y la razón de las reglas que ella imponía, realmente no se trataba de un juego, el propósito de ese mandato no era arruinarle la diversión sino protegerlo porque lo amaba y se preocupaba por su seguridad.

La mayoría de las ocasiones no comprendemos los motivos de las ordenanzas de Dios. Posiblemente pensemos que Dios es un aguafiestas, que sólo hace normas y reglas para impedir que “disfrutemos” de la vida. No obstante, cuando Dios nos pide que lo obedezcamos es porque sabe lo que es mejor para nosotros. Cuando obedecemos, permanecemos en su amor y rebosamos de gozo (Juan 15:10-11).

1. Por eso, cuando Dios nos advierte que debemos ser obedientes y no pecar, lo hace para nuestro beneficio.
2. Dios quiere protegernos de las quemaduras que ocasionan jugar con fuego.

HG/MD

“El que dice: “Yo lo conozco” y no guarda sus mandamientos es mentiroso y la verdad no está en él.” (1 Juan 2:4).