Lectura: Marcos 6:45-52

Un helicóptero sufrió un accidente mientras volaba sobre una zona desértica, a pesar de lo aparatoso del suceso los tripulantes sobrevivieron, aunque con heridas considerables.  Sin embargo, aún no había pasado el peligro, ya que el desierto tiene la particularidad de ser muy caluroso en el día, pero durante las noches suele tener temperaturas congelantes, así que estaban expuestos a una hipotermia.  Esa noche se resguardaron en los pedazos del fuselaje de la nave, pero les esperaba el sol abrasador del día el cual les golpeo con toda su fuerza, estaban desesperados, no creían poder pasar otro día y noche en esas condiciones.

Al final de ese día, ocurrió lo inesperado, a lo lejos vieron lo que les parecían luces que bailaban en candente sol de la tarde, no sabían que eran, y no estaban muy seguros, pues durante ese día habían sido víctimas de un par de alucinaciones.  Pero esto parecía ser diferente, aquellas luces se acercaban cada vez más al lugar donde estaban, era un helicóptero de rescate que venía por ellos, y este los llevó a un centro médico cercano para atender sus heridas.

Los pilotos agradecidos les preguntaron a sus rescatistas como les habían encontrado, quienes les respondieron que ese tipo de helicóptero traía incorporado un geolocalizador (GPS), que se activa al momento de un accidente.  “Todo lo que tuvimos que hacer fue dirigirnos al punto donde el GPS, indicaba que había caído la aeronave”.

Los discípulos de Jesús, también se encontraban en una situación similar, estaban desesperados en medio de una tormenta repentina, que amenazaba con hundir su embarcación, las olas se elevan sobre la proa de barca y la oscuridad les impedía determinar si estaban lejos o cerca de la costa (Marcos 6:45-47).  Entonces sucedió algo insólito, a lo largo vislumbraron una silueta que se acerca a ellos, era una situación extraña, pues todo hacía ver que no venía sobre una barca, estaba caminando sobre el agua; cuando finalmente llegó a la barca calmó el mar, ¡era Su Señor! (Marcos 6:48-51).

Al igual que estas situaciones hay momentos en nuestras vidas en los cuales podemos experimentar soledad y desolación, donde todo pareciera indicar que no seremos capaces de salir adelante y que nadie nos podrá auxiliar.  Esos son los tiempos los más oscuros de nuestras vidas, y pareciera que nadie nota lo aterrorizados y exhaustos que estamos.

Pero no estamos solos, Dios sabe por lo que estamos pasando y lo que estamos sintiendo, es en estas situaciones en las cuales debemos tener claro que en verdad nunca hemos estado solos, el Señor siempre ha estado nuestro lado, nunca se ha apartado, tal como lo dice Salmos 139:2-3: “Tú conoces cuando me siento y cuando me levanto; desde lejos entiendes mi pensamiento. Mi caminar y mi acostarme has considerado; todos mis caminos te son conocidos”.

  1. Dios siempre está ahí, aunque tú no lo quieras o creas.  No es un espejismo.

 

  1. Jesús escucha hasta el más leve clamor de ayuda.

HG/MD

“Detrás y delante me rodeas, y sobre mí pones tu mano” (Salmos 139:5).