Lectura: 2 Samuel 6:1-11

Durante años me sentí incomodo por el severo juicio de Dios sobre un hombre que al parecer cometió un error al parecer inofensivo.  Uza simplemente había agarrado el arca del pacto para impedir que se cayese de un carro (2 Sa.6:6-7).  Por eso, el Señor lo hirió de muerte.

Pero Dios había dado instrucciones explicitas acerca del arca sagrada.  Sólo los sacerdotes, podían tocarla (Números 1:51,53; 4:15).  Ignorar sus mandamientos no es, ni era un asunto de poca importancia.

Escenas tan graves como esta son evidencia de la santidad de Dios.  Muestran claramente el aspecto de Su carácter que lo enoja cuando ve desobediencia y pecado.

La muerte de Uza fue un dramático recordatorio de que aquellos que transportaban el arca eran culpables de una flagrante irreverencia.  El rey David comprendió el mensaje.  Cuando realizaron un nuevo intento de trasladar el arca a Jerusalén se aseguró de que se siguieran las instrucciones de Dios al pie de la letra.

La mayoría de nosotros muestra poca conciencia de la majestad de Dios.  Entramos en su presencia para adorar y orar con mucho menos reverencia de la que mostraríamos si fuésemos a ver al presidente de la república en que vivimos.

Es cierto que nuestro Dios de pureza y santidad es generoso y misericordioso.  Pero no debemos olvidar nunca que también es “fuego consumidor” (Heb.12:29).  Mientras más tememos Su imponente poder, más apreciaremos Su perfecto amor.

  1. Quien no conoce el temor de Dios, tampoco conoce la gracia de Dios.

 

  1. No intentes burlarte de Dios, recuerda Él es Dios.

 

NPD/HVL