No caigas en sus garras

por | Ago 13, 2025 | Devocionales | 0 Comentarios

Lectura: Salmo 86:1-13

Un creyente estaba pasando por unos días muy complicados en su trabajo, mientras que al mismo tiempo en la iglesia se encontraban atravesando una situación complicada con uno de los líderes que tenía muchos años de servir en la obra.

Entonces, un día no soportó más y salió al jardín trasero de su casa y con una pala empezó a hacer un hueco en la parte más retirada del jardín junto a unos grandes árboles, pues hacía algún tiempo quería sembrar un árbol nuevo en ese lugar.

Sin embargo, luego de un par de paladas, comenzó a decir cosas como: “no puedo hacerlo”; “cómo quieren que lo haga sino tengo los recursos”; luego de unas diez paladas, empezó a ver que el terreno se hacía más duro… por lo que repentinamente cambió el discurso y comenzó a decirse frases de autocompasión como las siguientes: “me merezco algo mejor”; “Señor, creo que hago más que muchos” y “a nadie le importa lo que hago”, fue entonces cuando soltó la pala y se fue a su casa; por supuesto ese día no sembró el árbol que quería plantar.

Debemos tener mucho cuidado con el enojo pues cuando caemos en sus garras, su compañera la amargura no tarda en aparecer. El único remedio para solucionar esta situación es actuar de acuerdo con la verdad, y esta verdad es la que proviene de Dios, y es que, en su misericordia, no nos da lo que merecemos: “porque tú, oh Señor, eres bueno y perdonador, grande en misericordia para con los que te invocan” (Salmos 86:5).

Él también es más que suficiente (2 Corintios 12:9). No obstante, para descubrir estas verdades, tal vez sea necesario que nos detengamos, dejemos la pala de nuestros esfuerzos personales y tomemos la mano llena de gracia y misericordiosa de Cristo. Dios es lo suficientemente grande como para escucharnos y, además, amoroso como para mostrarnos hacia dónde ir, cuando es el momento justo.

  1. Señor, gracias por tu guía y paciencia hacia nosotros.
  2. No pongas tu mirada en el presente, en las situaciones del día a día, más bien observa el maravilloso futuro que te espera a su lado.

HG/MD

“Porque tú, oh Señor, eres bueno y perdonador, grande en misericordia para con los que te invocan” (Salmos 86:5).

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