Lectura: Isaías 58:6-12
En agosto de 1914, cuando Gran Bretaña entró en la Primera Guerra Mundial, Oswald Chambers tenía 40 años, una esposa y una hija de 12 meses. Al poco tiempo, los hombres se unían al ejército a un promedio de 30.000 por día, a la gente se le pedía que le vendiera sus automóviles y sus caballos de granja al gobierno, y las listas de muertos y heridos comenzaban a aparecer día tras día en los periódicos. La nación enfrentaba incertidumbre económica y gran peligro.
Al mes de iniciada la guerra, Chambers habló del desafío espiritual que afrontaban los seguidores de Cristo: «En medio de las actuales calamidades, cuando la guerra, la devastación y las angustias invaden las naciones extranjeras del mundo, debemos cuidarnos de no encerrarnos en nuestro entorno particular e ignorar el mandato de nuestro Señor y de nuestros compatriotas de cumplir con los servicios de la oración intercesora, la hospitalidad y el cuidado de otros».
El desafío de Dios a Su pueblo resuena inmutable en todas las épocas: «si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía» (Isaías 58:10).
El temor hace que retengamos con firmeza lo que tenemos; la fe en Dios abre nuestro corazón y nuestras manos para dar a los demás. Andamos en Su luz cuando ayudamos a los demás y no acaparamos para nosotros mismos.
1. ¿Cuándo fue la última vez que compartiste algo que tenías de forma desinteresada con otros ?
2. La vida está llena de oportunidades para compartir con otros, que te parece si compartes con ellos el mensaje de Salvación?
«Así que no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que por su causa soy prisionero. Al contrario, tú también, con el poder de Dios, debes soportar sufrimientos por el evangelio» – 2 Tim.1:8