Lectura: Lucas 2:1-7

Atesoro con gran cariño cada uno de los regalos que mis seres queridos me brindan en esta época.  Pero, lo que más disfruto es el tiempo de compartir con la familia, los momentos que vivimos y que no tenemos durante otros períodos del año.

Asistir a la iglesia para el especial de Navidad, pasar momentos con amigos y amigas, leer sobre la historia de Navidad y en especial, contarla una vez más a las nuevas generaciones, para que entiendan sobre el amor de Dios encarnándose en un pequeño bebé, en la insignificante aldea de Belén.

Y todo fue por amor, Dios el Padre envió un regalo a este mundo hace 2.000 años. A Jesús lo envolvieron en pañales y lo acostaron en un pesebre (Lucas 2:7). Los pastores sabían que era un regalo asombroso porque un ángel les anunció el nacimiento mientras estaban en el campo, en medio de la noche (vv. 8-14).

Se apresuraron para ir a verlo y, después, no pudieron evitar compartir con otros la noticia de aquel Regalo (vv. 16-17). Sin embargo, más tarde muchos lo rechazaron, lo crucificaron por nuestros pecados y lo sepultaron. No obstante, Él resucitó de la tumba y ahora ofrece salvación a todos quienes lo reciben.

  1. Señor, gracias por el don inmerecido de la salvación que nos has dado sólo por amor.
  2. Jesús siempre será el mejor de los regalos. 

HG/MD

“Y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2:7).