Mártires de la Fe
Misionero a los terroristas
Francisco, Perú, 1990
“Quiero llevar terroristas senderistas a los pies de Cristo” Los ojos del joven estudiante de la Biblia ardían de deseo. Su ciudad natal, Lima, Perú, había aumentado en población hasta llegar a los siete millones de habitantes debido a que la gente huía de los campos, debido a los terroristas del grupo Sendero Luminoso, quienes estaban asesinando mucha gente.
“¡Yo no quiero huir! ¡Quiero atacar con el evangelio!” exclamó el joven.
Dios respondió las oraciones de este Loco por Jesús.
Cierto día mientras Francisco caminaba frente al Palacio Nacional, un auto pasó a toda velocidad. Un mortero lanzó una bomba desde el auto, la cual explotó en el palacio. El auto se alejó y desapareció.
Inmediatamente la policía peruana invadió el área y Francisco fue arrestado y llevado a una cárcel de seguridad máxima. Fue encerrado en el cuarto piso, en un área de seguridad máxima. Fue encerrado en el cuarto piso, en un área designada exclusivamente para los senderistas detenidos. Quinientos hombres y mujeres, todos ellos terroristas, estaban encerrados en esta área.
Francisco no perdió el tiempo lamentándose por su situación personal. Él estaba preparado. Había estudiado con diligencia cómo presentarle el evangelio a los revolucionarios comunistas. Muy gentilmente comenzó a predicarles a los terroristas, compartiendo con ellos el amor de Dios.
Una hermosa mujer llamada María escuchó atentamente. Tenía 24 años de edad y era estudiante de la Universidad San Marcos en Lima. Una de las asignaciones de María con los senderistas había sido llevar consigo su pistola y disparar en la cabeza a las victimas heridas para garantizar su muerte.
¿Podría Dios acaso amarme y perdonarme?, se preguntaba ella.
Cuando María oró con Francisco arrepintiéndose de sus pecados, ella supo que definitivamente Dios la podía perdonar, ¡y lo hizo!
Pasó un año completo mientras Francisco esperaba ser llevado a juicio. Durante este tiempo, llevó a más de sesenta terroristas a los pies de Jesús. Al ir penetrando el amor de Dios en los duros corazones, los terroristas se convirtieron en hijos de Dios.
Luego en esta prisión, se creó una iglesia llena de creyentes, los cuales han sido llevados a los pies de Jesucristo a través de la fidelidad de Francisco.
La oración de Francisco fue contestada de manera poco usual pero, ¿qué mejor lugar para predicarles a los terroristas que un una cárcel? Francisco se percató rápidamente de que Dios había cambiado el mal en bien. Él usó el injusto encarcelamiento de Francisco para otorgarle el deseo de su corazón. Entonces Dios bendijo sus esfuerzos, y muchos fueron traídos al reino de Dios.
«Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.” – Génesis 50:20 (NVI)
Tomado del libro: Locos por Jesús, pág. 120-121