Lectura: Lucas 2:21-35
El afamado pintor holandés Rembrandt (1606-1669), murió inesperadamente a los 63 años, y se dice que la obra: “Simeón en el Templo”, la cual fue encontrada en su caballete cuando murió en 1669, es considerada como su pintura póstuma, pero inconclusa.
En esta obra de arte el artista trató de captar la emoción de Simeón cuando estaba en el templo de Jerusalén sosteniendo al bebé Jesús. No obstante, el fondo y los detalles quedaron inconclusos. Algunos expertos creen que Rembrandt sabía que se acercaba el fin de su vida y, como Simeón, estaba listo para que el Señor lo despidiera (Lucas 2:29).
El Espíritu Santo estaba en Simeón (Lucas 2:25), así que no fue una coincidencia que estuviera en el templo cuando María y José presentaron ante Dios a su primogénito. Simeón, quien había estado esperando al Mesías prometido, tomó al bebé en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: “Ahora, Soberano Señor, despide a tu siervo en paz conforme a tu palabra; porque mis ojos han visto tu salvación que has preparado en presencia de todos los pueblos: luz para revelación de las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:29-32).
Simeón tenía muy claro lo que deseaba, y no eran los días gloriosos de la historia de Israel, sino que miraba hacia delante, al Mesías prometido que vendría a redimir a las naciones.
Al igual que Simeón, no debemos poner nuestra mirada expectante en la vida que tenemos en el presente, porque sabemos que, con gozo un día veremos al Señor cara a cara.
- Tal como Simeón, debemos mirar hacia delante ya que sabemos que el Señor está cerca.
- Te esperamos con ansias, mientras tanto trabajamos para comunicarle a otros que hay esperanza en Jesús.
HG/MD
“Aguardando la esperanza bienaventurada, la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo” (Tito 2:13).





Antes había leído este pasaje, hoy me pareció que era la primera vez, tal cómo Simeon miro hacia adelante preparada para venida de mi Señor. Gracias por el profundo mensaje.