Lectura: Lucas 8:40-48
El espacio personal varía significativamente entre culturas debido a factores como la densidad de población y las normas sociales, lo que afecta las interacciones y distancias físicas aceptables. Por ejemplo, las culturas del norte de Europa y los estadounidenses suelen mantener distancias mayores, mientras que en algunas culturas árabes o latinoamericanas se pueden aceptar distancias más cortas.
Nuestro Señor Jesús entendía perfectamente lo que significaba perder su espacio personal ya que a menudo en su ministerio estuvo rodeado de multitudes desesperadas por verlo y tocarlo. Este fue el caso de la mujer que había padecido de flujo constante durante doce años y que no encontraba cura, ella tocó el borde de su manto. De inmediato el flujo de sangre cesó (Lucas 8:43-44).
En medio de toda esa locura, el hecho que Jesús preguntara quién lo había tocado no es tan extraño como parece, ya que había sentido poder saliendo de Él (Lucas 8:45-46). Aquel toque había sido diferente a los que recibía de manera accidental, este fue con un propósito muy personal.
Aunque en muchas ocasiones deseamos mantener nuestra privacidad, la única manera de ayudar a un mundo lleno de personas dolidas, es permitir que se acerquen lo suficiente como para que les brindemos un toque del ánimo, consuelo y gracia que Cristo nos ha dado.
- Señor, permite que al estar en contacto con otros te vean a ti y no a mí.
- Esta semana renunciemos a nuestro espacio personal para acercarnos a alguien y brindarle una palabra de ánimo, o una frase que demuestre que estamos realmente interesados en la vida de esa persona.
HG/MD
“Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí” (Lucas 8:46).





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